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Los márgenes hombre-humano: Trascendencia y
solidaridad en João Guimarães Rosa y César Vallejo
Carlos Yushimito del Valle Brown University En las líneas que siguen se examinan dos temas centrales en la poética de César Vallejo (1892-1938) y João Guimarães Rosa (1908-1967). Por un lado, la representación simbólica del ser humano como sujeto trascendental. Por otro, la realización comunitaria de dicha depuración espiritual manifestada a través de la solidaridad como práctica ética y política. A tal fin, el enfoque recae en dos cuentos de Primeras historias (1962) –"La tercera margen del río" y "Soroco, su madre, su hija"1–, así como en algunos poemas de la obra poética vallejiana. Los textos elegidos permiten observar no sólo la coincidencia nominal que hacen posible que ambos autores formulen a través de un término semejante–hombre-humano–la realización de un proyecto utópico de carácter colectivista. El análisis comparativo de las obras ya mencionadas muestra, asimismo, cómo la tautología que formaliza dicho estadio o condición potencial del individuo revela una crisis tanto semántica como ideológica inherente a la modernidad de la primera mitad del siglo XX.
Una mirada atenta a la coherencia estructural de la obra de Guimarães Rosa per- mite observar que, más allá de un mero incidente bibliográfico, existe una continui- dad mayor entre Gran Sertón: Veredas (1956) y el libro de relatos Primeras historias, publicado seis años más tarde. A partir de esta premisa, el presente trabajo sigue las espléndidas observaciones de Heloísa Vilhena, para quien las líneas finales de Gran Sertón: Veredas abren las exploraciones que las veintiún historias del conjunto de relatos desarrollan con inmediata posterioridad en el conjunto rosiano (11-12). La relación de continuidad entre ambos textos hay que hallarla, en las palabras con que pone fin Riobaldo, protagonista de la novela, a su larga confesión narrativa: "Non- ada. ¡Diablo no hay! Es lo que digo, si hubiese… Lo que existe es el hombre humano. Travesía" (Guimarães, Gran Sertón: Veredas 555, énfasis mío). Si como afirma Stephanie Merrim, la travesía, palabra final de Gran Sertón: Veredas, sintetiza el constante entrecruzamiento de dicotomías que el universo ficti- cio de Guimarães pone permanentemente en crisis (866-68), los textos de Primeras historias no hacen más que reafirmar dicho recorrido textual. A lo largo de los relatos, son siempre sus héroes quienes transitan y atestiguan tales fronteras híbridas. Como en efecto establece su texto más celebrado, las "terceras márgenes" que se abren con Primeras historias aspiran a producir narrativas "epifánicas", iluminaciones que ter- minen por deshacer las cómodas convenciones cartesianas de la modernidad, por Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 12, número 2, invierno 2014 Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 12, número 2, invierno 2014 medio de aquellas "inevitáveis doses de misti- mostrar cómo la acción del Homem humano ficação" que esconden verdades más allá de la no solo acentúa el deslinde entre el animal racionalidad de lo cotidiano, según afirmó el humano y el hombre-humano, sino también propio Guimarães a Curt Meyer-Clason (cita- la necesidad de apelar a una re-semantización do por Castro 7). De ahí que todas las historias del término «hombre» con la finalidad de ex- posean esa ambivalente naturaleza que vacila al presar el proceso de depuración que apunta a borde de la fábula y la parábola, acentuando, un nivel simbólico mucho mayor.3 Asimismo, por lo tanto, su fuerza simbólica.
César Vallejo recurre, en semejante aserción, Afectados por tales procesos de revelación, al mismo término en "Los Nueve monstruos", los protagonistas de sus historias están siempre incluido en Poemas humanos (1939): sometidos, a la manera de una inspección natu- ¡Cómo, hermanos humanos, ralista, a un examen detallado que permite ob- no deciros que ya no puedo y servar en ellos una progresiva transformación ya no puedo con tanto cajón, vital. Como sostiene Dácio Castro, "para Rosa, tanto minuto, tanta o homem é, antes de tudo, um ser mutante e o lagartija y tanta existir só adquire significado enquanto perma- inversión, tanto lejos y tanta sed de sed! Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer? nente processo de aperfeiçoamento espiritual" Ah, desgraciadamente, hombres humanos, (Castro 17). Este estadio último es expresado hay hermanos, muchísimo que hacer. por lo que aquella construcción tautológica, (413, énfasis mío) inventada en boca de Riobaldo –Homem hu- En Vallejo, la redundancia no sólo es expe- mano–, la cual abre como posible lectura ar- riencia maleable de lenguaje4, signo del vacío quetípica del sujeto rosiano de las Primeras semántico que ha dejado en la voz «hombre» la historias. Tal énfasis también ha sido señalado tendencia antropófaga de la modernidad, sino por Vilhena para quien dicha condición lleva a también un intento por reparar el despojo de los sujetos hacia la plenitud "das ações verda- su significado original, "primero". Aquel tema, deiramente humanas" con las que son capaces que ya se asoma en la poesía modernista latino- de transcender su estado animal gracias a un americana desde el siglo XIX y que atraviesa la autoconocimiento controlado de voluntad e primera mitad del XX –el topos del hombre de- inteligencia (Vilhena 11). shumanizado de la postguerra– se recubre aho- Es a esta circunstancia esencialmente hu- ra de capas mucho más densas y problemáticas mana, ajena a la mera animalidad biológica, a en la poética del autor peruano al remarcar, a la que apela Guimarães para explorar la situ- través de dicha construcción verbal, la ausen- ación trascendente del hombre en sus historias, cia –es decir, la pérdida– de un componente a tal punto que la referencia a la naturaleza solidario en el «hombre». Es sobre este reclamo "primera" de los individuos ya está anunciada colectivista de profundas raíces "humanitaris- desde el título mismo.2 Los relatos de Primeras tas" que Vallejo funda el discurso ético y políti- historias remiten, por consiguiente, a un doble co que subyace a su práctica poética. pliegue. Por una parte, la tautología verbaliza Aunque el término surge literalmente en su el carácter de las historias reunidas en el volu- poemario póstumo –Poemas Humanos–, toda men. Por otra, se extiende a la representación su obra, desde Los heraldos negros (1918) en de sus protagonistas. De este modo, se consigue adelante, parece dirigirse hacia él, a tal punto Carlos Yushimito del Valle que, como bien acierta a decir James Higgins, patria y, por ende, la familia, sus vínculos con al hablar de la poética de Vallejo, siempre se ella y con la comunidad. En el silencio que le halla sugerida en ella una "religión del hombre" dedica no solo a la colectividad sino, a través de (58). En esta misma línea se ha de leer a André ella, al lector, el abandono de seguridad prec- Coyné, cuando, en consonancia con Heloísa edente y las penurias que devienen de aquel Vilhena, ubica la construcción tautológica acto, bien pueden leerse como un gesto vitalis- hombre-humano en un marco de negación de ta. Este acto de vida, de entrega a las penurias "lo animalesco": "Monólogo obsesivo de al- físicas, equivale a un despertar metafísico que guien que siempre existe, pero cuyo existir se lo enfrenta a ese otro símbolo paradigmático reduce a lo animal de la existencia, con sólo que es el río. "Nuestras vidas son los ríos que un ‘tumor de conciencia', dedicado a registrar van al mar", dice Jorge Manrique, desarrol- los progresos de la ruina corpórea del ‘bima- lando un tópico de vieja raigambre clásica: el no'" (583). A partir de dicha constatación –la hombre que deja la seguridad epistemológica paradoja de los seres humanos que no necesari- de la "tierra firme" y se hace un "ser-para-la- amente nacen "humanos"–, debe leerse colec- muerte", está preparado para enfrentar en ad- tivamente la condición de hermandad que elante no sólo la vida (el río) sino también la reclama César Vallejo al hombre. Desespera- muerte (la mar).
damente, la reiterada convocatoria que hará a El río se configura así como uno de los través del «yo» lírico de sus poemas se conver- enigmas del relato, resuelto desde varios fren- tirá así en un reclamo constante de adhesión tes críticos que incluyen, entre otras interpre- solidaria, complementaria, si no connatural, al taciones, su identificación con el alma huma- fervor político con el que esperaba reformar el na5. Gregory Rabassa recuerda nuevamente lo espíritu comunitario (Coyné 584).
que, de modo equivalente, significa el río São Francisco para el yagunzo Riobaldo: los már- La invención del hombre-humano
genes son el mal y el bien, como en muchos de los ríos de la mitología helenista, no ajenos En "La tercera margen del río" de Gui- a Guimarães (35). Sin embargo, desde su pro- marães, un hombre de condición ordinaria, sin pia condición alegórica, "[l]a tercera margen antecedentes extravagantes, monta un buen del río" anuncia dicho espacio alternativo que día su barca e, indefinidamente, se refugia lejos habita fuera de las coordenadas realistas y que de su familia en un río. El río en el que se asila lo localizan en un nivel simbólico desde el cual –literal y simbólicamente –está vivo: sus cor- hay que empezar a leerlo.
rientes difíciles fluyen por debajo de la endeble Al respecto, dice el narrador: "Nuestro pa- embarcación y ante ellas, entregado a su fragi- dre no volvió. Pero, en realidad, no se había ido lidad, el hombre lucha para mantenerse a flote: a ninguna parte. Inventaba la experiencia de "Y la constante fuerza de los brazos, para tener permanecer en aquel espacio del río, justo en derecha la canoa, resistente, aún en la demasía su punto medio, siempre dentro de la canoa, de las arroyadas" (Guimarães, Primeras histo- para no salir nunca más de allí" (Guimarães, rias 66). Ha elegido, entonces, la inestabilidad, Primeras historias 64). Dicho "punto medio" la precariedad, frente a esa otra solidez que le es, en consecuencia, el lugar de la vacilación, el ofrecía la tierra firme–tierra que es también la espacio desestabilizante de la lectura, que dia- Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 12, número 2, invierno 2014 loga con el extraño acto de renuncia a la vida formar parte de una metafísica que debe apre- social. Al elegir, la existencia al margen de la henderse para poder ser formulada.
normalidad comunitaria, aquél elige vivir al Sin embargo, una focalización estricta- mismo tiempo un aislamiento ascético, acen- mente centrada en el padre pierde a su vez tuando así la soledad del hijo y las exigencias de de vista que todo el relato filtra esa (posible) su propio cuerpo. Curiosamente, las justifica- experiencia mística a través de la percepción ciones con que la comunidad intenta explicarse del hijo, sujeto que narra la historia y que, al el insólito evento apuntan a cuestionar dicha mismo tiempo, es afectado por ella. Desde el momento en que el padre pierde su carnalidad Nuestra madre, avergonzada, se portó con y adquiere, al igual que el río, una naturaleza mucha cordura por eso todos atribuyeron simbólica, la posición desconcertada del hijo al- a nuestro padre el motivo del que no quer- canza una relevancia mucho mayor. "Nonada. rían hablar: locura. Unos consideraban que ¡Diablo no hay! Es lo que digo, si hubiese… Lo podría tratarse del cumplimiento de alguna que existe es el hombre humano. Travesía", dice promesa o que nuestro padre, tal vez, por escrúpulo de alguna enfermedad, como ser la Riobaldo (Guimarães, Gran Sertón 555, énfasis lepra, desertaba para otra suerte de vida, mío). Frente a la imposible comunicación con cerca y lejos de su familia. (Guimarães, el padre, éste, convertido en fuerza, se anula Primeras historias 64; énfasis mío) como interlocutor. Es él mismo dicha "non- Locura ("doidera"), enfermedad corporal ada", frente a cuya incapacidad de lectura se le- ("lepra") y fe ("pagamento de promessa") cercan, vanta "lo (único) que existe": el hombre-huma- como hipótesis, síntomas posibles del cuerpo no, es decir, el hijo, que a través de su narrativa individual que se separa del grupo, dispersando encausa ese otro río verbal, esa épica humana, así, entre razón, organismo y espíritu, rastros que como la del propio héroe de Gran Sertón: de la anormalidad y la extrañeza. En el margen Veredas, es la verdadera travesía. queda la experiencia mística, no restringida a Entonces, se observa la elección del uso del ninguno de los códigos del cuerpo conocido. plural en la narración del hijo: "Nuestro padre Dicha experiencia es una travesía de aprendiza- era hombre cumplidor" (Guimarães, Primeras je espiritual, que comienza también marginal- historias 63).6 Esta construcción no debe en- mente con la elipsis de la revelación "epifánica". tenderse sólo como estrategia para pluralizar Desapegada de toda protección material –del el drama del narrador, sino como una contri- "orden positivo" (Guimarães, Primeras historias bución, tal como afirma Castro, a "alegorizar 63); de la normalidad previa –se deslocaliza a a figura do pai, tornando-o um pai coletivo" continuación en un espacio inaprensible: ese (62). El resultado es ambiguo: al tiempo que "cerca y lejos", que derriba los márgenes dual- se aproxima al lector a través de una identifi- istas de lo bueno y lo malo y que, por lo tanto, cación posible con él, también produce cierto no puede ser enunciado. Como afirma Castro, distanciamiento, cierto efecto despersonaliza- el río se presenta así como: "um novo estádio dor en la lectura. A esto último apunta Heloísa de percepção, em que começam a despontar Vilhena al afirmar que la naturaleza del padre a consciência supra-racional e a iluminação" nace del "exceso": fundido él mismo en la na- (70). Un espacio que pierde su materialidad turaleza del río ("Si mi padre siempre ponía ante la experiencia del sujeto, para ingresar a ausencia y el río –río– río, el río– ponía per- Carlos Yushimito del Valle petuidad", Guimarães, Primeras historias 68), saber de nosotros; ¿no nos tenía afecto?… ¿Si el padre innominado diluye su humanidad, los él no se acordaba ni quería saber más de no- sentimientos, la materialidad que lo circunda, sotros, por qué, entonces, no subía o bajaba y ya fuera del tiempo humano, se incorpora a de río, hacia otros parajes, lejos, en lo no en- la eternidad del río: "O pai e o rio encontram- contrable?" (Guimarães, Primeras historias 67). se no silencio. No silencio das coisas positivas, La narración del hijo, atrapado en la comuni- na solidão de um espaço que não tem começo cación fracturada del padre, no hace más que nem fim, sem beiras, sem margens" (Vilhena insistir en la resolución del enigma, con la fi- 85). Atemporalizado, el drama de aislamiento nalidad de penetrar la razón por la que su amor del padre que se desarrolla en el relato no sólo filial ha caído en esta profunda y extraña orfan- transmite la distancia ambigua de su exilio dad: "Nosotros llamamos, esperamos. Nuestro físico y afectivo en el espacio fluvial, sino tam- padre no apareció. Mi hermana lloró, nosotros bién un desarraigo abstracto significado por la todos lloramos, ahí, abrazados." (Guimarães, ausencia material de márgenes epistemológicos Primeras historias 67) Este desconcertado, des- garrador reclamo no es otro que el del hombre- La constitución del padre en una divinidad humano sometido a una prueba de penitencia –padre colectivo– va dejando, a lo largo del mucho más terrenal y, por lo tanto, mucho más texto, ciertos rasgos dispersos: al despedirse, humana, es decir, identificable7. En la alusión a por ejemplo, el hijo recibe de él una "ben- "Dios" en el poema de "Los heraldos negros", dición" (Guimarães, Primeras historias 64); los el «yo» lírico observa: alimentos con que, a escondidas, lo mantiene, Siento a Dios que camina pueden ser interpretados como ofrendas o sac- tan en mí, con la tarde y con el mar. rificios a orillas del río (65); el casamiento y Con él nos vamos juntos. el nacimiento del nieto–reconocimiento bau- tismal–, compartidos con el padre, equivalen a Con él anochecemos. sacramentos cristianos (66-67); el hijo mismo, en su dedicación al padre, parece ejercitarse La cercanía o identificación que sostiene en hábitos sacerdotales, entre ellos, el celibato con la figura divina se traduce, paradójica- (67). Como afirma Luiz Fernando Valente, mente, aquí, a partir de un proceso temporal todo lo inusual lo acepta el narrador con una que entrega por otra parte una enorme sen- pasiva resignación que da por sentadas las re- sación de soledad y orfandad metafísica. La ex- spuestas: "A relação que mantém com o pai periencia de la creación sobre el cuerpo valle- é, portanto, de fé" (91). En otras palabras, la jiano –"la falsa balanza de unos senos / mido y lógica del relato que hasta el momento guiaba lloro una frágil Creación" (143)–, motiva so- la subjetividad de la historia se transforma, a bre su conciencia una revelación sensible, que través de un desplazamiento de índole religio- converge en un instante de trascendencia reli- so, en otra más cercana a la de la parábola.
giosa entendido como amor fraterno. Aun sin Una nueva extrañeza circunda, entonces, la comprenderlo, sufriendo la creación de Dios, historia. A toda esta serie de rituales, sin em- el «yo» lírico lo acepta impotente y se solidariza bargo, el padre siempre responde con indife- con él: Y tú, cuál llorarás. tú, enamorado
 rencia. Esto hace pensar al hijo: "Y no quería de tanto enorme seno girador. 
 Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 12, número 2, invierno 2014 Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
 posibilidades especulares en las que el hombre porque jamás sonríes; porque siempre
 es capaz de encontrar el reflejo divinizador, la debe dolerte mucho el corazón. (143) imagen trascendente de sí mismo. Visto así, el En su relación con el "padre-Dios", el "hi- hijo que al mismo tiempo es incapaz de asumir jo-hombre" de Guimarães transita este mismo su lugar al lado del padre –condicionado por el estadio inicial, compadeciendo al padre a través miedo y el amor a la vida–, alcanza cierto valor del sufrimiento corporal que comparte desde la ambiguo en la culpa y el sufrimiento que lo orilla terrenal, en un proceso de similar iden- purifica. Ese dolor humano, paradójicamente, lo trasciende. La imperfección de la traición y Yo mismo tenía achaques, ansias, can- la culpa, así como el miedo y la penuria física, sancios, torpezas del reumatismo. ¿Y él? le confieren aquella condición auténtica de ¿Por qué? Debía padecer demasiado. Por más avejentado, iba día más, día menos, a hombre-humano propiamente "epifánica" que flaquear en su vigor, a dejar que la canoa se el relato parece perseguir.
volcase o que flotase sin pulso, en el andar La poesía de Vallejo dedica numerosos del río, para despeñarse, horas abajo, en el versos a la representación de tal reclamo de estruendo y en la caída de la cascada brava humanidad. La diferencia, sin embargo, es con hervor y muerte. Apretaba el corazón. que la fe que posee en una trascendencia ul- Él estaba allá, sin mi tranquilidad. Soy in- tramundana es menos explícita y tiende, por culpado de lo que no sé, con herida abierta lo mismo, a centrar su atención sobre el sujeto dentro. (Guimarães, Primeras historias 68; que encarna su propio organismo adolorido y énfasis mío).
enfermo, expresando todo ello desde un tono En su error, en la incapacidad que muestra para interpelativo: alcanzar la sabiduría, el hijo es casi símbolo de Dios mío, si tú hubieras sido hombre, la caída adánica, condenado entonces a la en- hoy supieras ser Dios; fermedad ("Sufrí el severo frío de los miedos, pero tú, que estuviste siempre bien, enfermé" Guimarães, Primeras historias 69) y no sientes nada de tu creación. a la culpa –que, al igual que para el yo lírico ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él! ("Los de "Los heraldos negros" de Vallejo, se fijará dados eternos" 96) en la mirada: "y todo lo vivido / se empoza, Como afirma James Higgins, en la osci- como charco de culpa, en la mirada" (20). A lación entre una rebeldía romántica que de- pesar de ello, el hijo no dejará de reconocerse manda de modo irreverente respuestas a un en la divinidad paterna, a quien, por otra parte, Dios hostil, y la compasión ante un otro im- está hecho a imagen y semejanza: "A veces, al- potente frente a su creación, se esconde clara- gún conocido nuestro encontraba que me iba mente un fondo nihilista, que diluye el poder pareciendo más a nuestro padre" (Guimarães, de una figura de autoridad divina (48-49). En Primeras historias 67). El río, como recuerda el análisis de "Sermón sobre la muerta", poema Heloísa Vilhena, puede funcionar como una incluido en Poemas humanos, la figura del crey- extensión del espejo8: de este modo, el río-es- ente que se refugia, atemorizado, en la iglesia, pejo, funciona en tanto mediador como una sólo muestra que "la religión es impotente fr- tercera margen que conecta las dos orillas de lo ente a la muerte" (Higgins 51). La plegaria y la humano y lo divino, abriendo así un puente de fe no son suficientes para conmover a un dios ausente y sólo la confirmación del dolor que Carlos Yushimito del Valle provoca el acto de arrodillarse ante él, aban- Dios mío, y esta noche sorda, obscura, dona al hombre a la esperanza de una muerte ya no podrás jugar, por la Tierra redentora del cuerpo. Higgins sintetiza: "El po- es un dado roído y ya redondo ema termina con la aceptación de la inevitabili- a fuerza de rodar a la aventura, dad de la muerte. El poeta encuentra consuelo, que no puede parar sino en un hueco, no en la religión, sino en la misma finalidad en el hueco de inmensa sepultura. (96) de la muerte que aniquila todo sufrimiento" (52). Es precisamente la reivindicación de esta La travesía en la solidaridad
religiosidad del hombre doliente la que instala, como observaremos, lazos de convergencia en- Como se ve, para César Vallejo alcanzar la tre la subjetividad expresada por Vallejo y Gui- trascendencia coincide con el despertar crítico marães Rosa.
(es decir, ético) del hombre-humano, capaz en- En la interpelación final no dicha, en el do- tonces de transformar su dolor corporal en una lor culposo que se queda a orillas del río en "La ofrenda solidaria, de profunda comunión col- tercera margen del río", el hijo-hombre que ectiva. Coyné menciona, por ejemplo, la sínte- carga la responsabilidad de su decisión, acepta sis frecuente que hace Vallejo entre "hombre" su lugar en la tierra. En la últimas líneas: "y y "hambre" para ejemplificar a través de dicha yo, río abajo, río afuera, río adentro –el río" homofonía, la equivalencia esencial de ambos (Guimarães, Primeras historias 69), borra las términos, mostrando, a su vez, un vínculo referencias adverbiales– que son, sobre todo, común con el estatuto humano de orfandad, coordenadas simbólicas: abajo, afuera, aden- a la que se abandona –en su humanidad y cor- tro–, para terminar de desvestir al río de su poralidad– a una soledad existencial (Coyné carga semántica religiosa y volverlo así nue- 579). Tal como la palabra "hambre" se refiere vamente un espacio material en el que silen- a lo orgánico, Vallejo construye su discurso de ciar, en "el capítulo de la muerte" (Guimarães, lo humano a partir de fragmentos corporales, Primeras historias 69), su cuerpo purificado en cavidades y referencias escatológicas para enfa- el dolor. Frente a un padre-Dios que renuncia tizar así la experiencia vitalista del hombre. Así, al cuerpo y a la vida, el estado profundamente por ejemplo, en el poema "De disturbio en dis- vitalista que alcanza, por el contrario, el hijo, turbio" de Poemas humanos, se lee lo siguiente: Pero, realmente y puesto parece entregarlo a la misma tranquilidad que, que tratamos de la vida, como en los versos finales de "Los dados eter- cuando el hecho de entonces eche crin en nos" de Vallejo, sustituye (aniquila) el poder de Dios, y encuentra en la muerte descanso. Al al seguir tu rumor como regando, símbolo de la canoa vacía que ahora desea el cuando sufras en suma de kanguro, hijo, se compara con aquel otro de la esfera en olvídame, sostenme todavía, compañero el poema vallejiano antes citado. Equivalente de cantidad pequeña, "al río", la libertad del hombre ("ya no podrás azotado de fechas como espinas, jugar", 96) sólo puede detenerse en la muerte, olvídame y sostenme por el pecho, del mismo modo como lo hacen los dados del jumento que te paras en dos para abrazar- azar que ya no pueden seguir rodando en el duda de tu excremento unos segundos, observa cómo el aire empieza a ser el cielo Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 12, número 2, invierno 2014 narrador se anticipa deslegitimizándolo con la siguiente frase: "Nadie es loco. O, entonces, to- dos" (Guimarães, Primeras historias 68). En ello hombre con taco, quiéreme, acompá- se acerca muchísimo a lo que Vallejo, en honda reflexión post-carcelaria, había escrito años En este poema, el hombre-humano se com- atrás en "Muro Noroeste" de Escalas: "Nadie es padece del animal humano ("el jumento") al delincuente nunca. O todos somos delincuen- que interpela, solicitándole su desapego de di- tes siempre." (13) Ambas ideas comulgan con cho estado elemental ("duda de tu excremen- un sentido solidario que discursivamente con- to"). Lo emplaza para que pueda ver la extra- trola el accionar de sus personajes.
ñeza del cielo, es decir, trascender su condición Difícil es no disociar también dicha frase primaria, al hacerle notar sus potencialidades de los versos que enuncia Vallejo a través de "El espirituales, la posibilidad de su semejanza, pan nuestro", incluido en Los heraldos negros para elevarse hasta ella. Dicha progresión es- ("Todos mis huesos son ajenos; yo tal vez los tará formalmente dada por el crescendo de los robé!" 78), poema en el que todos los males, la sufijos –cillo, –zuelo, hasta que finalmente (en pobreza y el dolor pueden ser sufridos colecti- rasgo explícito de humor desacralizante) mon- vamente, no limitados a una experiencia indi- ta al sujeto sufriente sobre una plataforma que vidual, sino compartidos, como si la humani- hace explícita la elevación al cielo ("hombre dad fuera un único cuerpo. Ahí está también el con taco"). Este llamado a despertar, de raíces hablante que sufre por todos, desesperado por la románticas, es consecuente con el "hermanos" tarea unificadora que se encomienda ("quisiera insistentemente convocado a lo largo del po- yo tocar todas las puertas" 79), y como el hijo emario y que en estos versos acaban siendo, del relato de Guimarães, también cargado, a como es frecuente, un reclamo de afectividad consecuencia de ello, de una culpa inefable ("y ("quiéreme") y un reclamo de gestos solidarios suplicar a no sé quién, perdón", 79). De este modo, la unidad que reclama Vallejo no es una En "La tercera margen del río", frente a la de vertiente religiosa, sino una llamada a la ac- quiebra de la unidad comunitaria, sólo el hijo ción de honda raíz telúrica, sólidamente hu- penitente acaba por cargar el peso del mar- mana, que queda perfectamente expresada por ginado: "Yo me quedé aquí, el único. Nunca los versos centrales de "Absoluta", también de podría casarme. Yo permanecí con los bagajes Los heraldos negros: "¡Oh unidad excelsa! ¡Oh lo de la vida. Nuestro padre lo necesitaba, lo sé" que uno por todos!" (80).
(Guimarães, Primeras historias 67). La voz del Puede observarse aún con más detalle la hijo puede, entonces, es leída como un equiva- idea de solidaridad comunitaria compartida lente a la voz lírica de los textos vallejianos: el por Guimarães Rosa, en el relato "Sorôco, su portavoz que encarna a todos (que sufre al pa- madre, su hija", incluido en Primeras historias. dre colectivo), hecho en adelante de "tristes pa- El cuento señalado narra la historia de Sorô- labras" y rodeado de culpa: "¿De qué tenía yo co, quien, al igual que el padre de "La tercera tanta, tanta culpa?" (Guimarães, Primeras his- margen del río", es un hombre reconocido, torias 68). Consciente de que su propia iden- de carácter apacible, en su comunidad. La ex- tificación con el otro adolorido puede atraerle trañeza que circunda al viudo proviene de su el juicio descalificador de la comunidad, el Carlos Yushimito del Valle estoicismo; durante varios años ha sufrido el del padre en "La tercera margen del río", ese cuidado de su madre y de su hija, ambas de- ir-hacia-la-muerte no se hace clausura ni silen- mentes. Por ello, el narrador, diluido en la mi- cio, sino comunión, dialogando, de este modo, rada colectiva, trasmite hacia él una enorme profundamente con el reclamo "humanitaris- compasión, mientras observa el viaje que hace ta" de Vallejo. La comparación con la iglesia la familia en dirección a la estación ferroviaria. (símbolo de una religiosidad divina), revela su Ahí, según se nos afirma, aguarda a las mujeres propio desvío espiritual, que deja el final del re- un vagón especial, enviado por el gobierno, lato, no a puertas del espacio sagrado, sino ante que las llevará al hospicio de Barbacena, de la casa del sufriente, templo terráqueo: "Ahora donde no esperan volver.
la gente estaba llevando a Sorôco a su casa, de El recorrido narrativo es, así, también una verdad. La gente, con él, iba hasta donde iba travesía por el río clásico: aquel recorrido es un ese cantar" (Guimarães, Primeras historias 43). ritual de despedida, equivalente a la muerte de Hasta ella ha llevado la anormalidad expresada ambas, a las que el hijo y padre sufriente debe por el canto desafinado y enloquecido de las resignarse. Efectivamente se nos dice que "el mujeres, que irrumpe, repentinamente, en un coche recordaba una barcaza en seco, navío" reflejo inesperado: (Guimarães, Primeras historias 39), imagen Pero se detuvo. En eso, se puso raro, parecía que vendría a reforzar dicha equivalencia. Las que iba a perder lo de sí, parar de ser. Así, correspondencias con el texto rosiano previa- en un exceso de espíritu, fuera de sentido. mente analizado no sólo se limitan al espacio, Y pasó lo que no se podía prevenir: ¿Quién sino al físico del hombre y a su propio recor- iba a pensar en aquello? En un romper – rido simbólico. Como el padre abandonado él empezó a cantar, alto, fuerte, pero solo para sí– y era el mismo desatinado canto de "La tercera margen del río", éste es igual- que las dos tanto habían cantado. Cantaba mente "un hombrón, de cuerpo talludo; con continuando. (Guimarães 1969, 42-43) cara grande, una barba, peluda, ennegrecida en Sorôco, como el arquetípico Job bíblico, es amarillo" (Guimarães, Primeras historias 40)9. también un "hombre-humano" sufriente en la También como aquél, Sorôco transita un lugar tierra que atraviesa el dolor y que, asimismo, intermedio, cercado durante la comitiva, en ese en la comprensión del sufrimiento de los des- discurrir hacia la muerte, por las dos mujeres: validos (las mujeres, la anciana, la joven, las "Sorôco les daba el brazo, una de cada lado. dementes) –con quienes se identifica en un De mentira, parecía entrada a la iglesia, en un arranque místico–, logra contagiar a la comu- casamiento. Daba tristeza. Parecía entierro" nidad del éxtasis que excede, de este modo, su (Guimarães, Primeras historias 40).
propio drama, haciéndolo colectivo. Aquí, a Notable resulta la comparación entre este diferencia de la ruptura frente a la experiencia punto de vacilación y la iglesia: localizada la del padre a la que solo el hijo responde en "La nueva "tercera margen", matrimonio y enti- tercera margen del río", la comunidad acom- erro, juventud y vejez, madre e hija, diluyen paña el canto desafinado e impenetrable de la como antes las dicotomías del río, abriendo así trinidad humana, compartiendo el dolor del una travesía trascendental para el sujeto que abandono y percibiendo con ella la belleza de regresará de esa muerte simbólica, solo (huér- la solidaridad. En su profundidad, este cán- fano). Aunque, a diferencia de la experiencia tico optimista sólo puede ser comparado con Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 12, número 2, invierno 2014 "Masa", de Vallejo, en el que un cuerpo herido contagio del cielo. Para Vallejo la redención se se levanta únicamente cuando la experiencia realizará cuando los hombres, en vez de pensar del amor se hace universal: en Dios, piensen en sus semejantes" (50).
Entonces, todos los hombres de la le rodearon; les vió el cadáver triste, No de modo accidental, en este ensayo, he incorporóse lentamente, explorado cuentos que giran casi insistente- abrazó al primer hombre; echóse a an mente alrededor de un núcleo familiar. En (España, aparta de mí este cáliz, 475).
esto también se encuentran los caminos de El renacer del cuerpo humano moribundo – los autores que he estudiado. "Para Vallejo", tan moribundo como el Dios recurrente de Los tal como ha observado Higgins "la familia en- heraldos negros– sólo es posible por la acción del carna, en microcosmos, la solidaridad humana amor de los hombres, sustitutos, en su poder que él quiere elevar al nivel de un valor uni- sanador, del dios "milagroso". Dios es en re- versal." (57) Otro tanto puede decirse del uni- alidad impotente, está ausente o es indiferente verso rosiano como posible proyecto social: un ante el dolor del hombre. Este amor humano, proyecto que hurga, remueve la esencia perdi- solidario, trascendental, pertenece más a la da del hombre e indaga la capacidad que tiene tierra que al cielo; más al hombre-humano que éste para trascender hacia una religiosidad que a Dios. Como en "Masa", no es la invocación lo "rehumanice" en la crisis del mundo con- a una entidad sagrada la que despierta al ador- temporáneo. De alguna manera, Guimarães se mecido, moribundo cuerpo social, sino solo lo dejó dicho a Gunter Lorenz en 1965: "Eu el contagioso canto, humanamente desconso- penso na ressurreição do homem" (citado por lado, que expresa Sorôco en su travesía (flujo Caymmi 146). Tal resurrección es sólo posible puro de tiempo) entregado a la compasión del por medio de la solidaridad integrada como universo entero.
una práctica de identificación y unidad a la Quiero recordar aquí, que en el poema matriz de la sociedad.
XIX de Trilce (1922), la escena de la Natividad católica se subvierte rechazando "la idea de un Notas
redentor divino venido de los cielos" y defen- 1 En adelante las citas referidas a ambos cuentos se diendo la necesidad de alcanzar la redención harán siguiendo la edición española de Seix Barral a través del "nacimiento de la inocencia en el (1969) traducida por Virginia Fagnani Wey.
alma de los hombres" (Higgins 50). Muchos 2 Recordemos que con Estórias y no Historias, Gui- de los poemas religiosos de Vallejo son, así, marães indica el carácter breve y de naturaleza ajena al llamados a una responsabilidad política: en- relato tradicional que localizaría sus textos en el terreno frentando las dificultades de la vida terrestre y de lo mítico. Primeiras, a su vez, se refiere a lo esencial o fundamental; a lo primitivo, tal como sostiene Stella evadiendo las soluciones que se confían a sat- Caymmi (133), lo que hace del título el centro de una isfacciones religiosas. Como bien lo resume el colección de narrativas que van más allá de lo mera- propio Higgins: "Si Cristo nació de un amor mente anecdótico. La naturaleza de los textos, además, divino sin contagio de la tierra, el poeta pide el se reafirman sobre el redescubrimiento del lenguaje nacimiento de un amor humano y terrestre sin con que Guimarães los construye, representando de este modo la realidad narrada "em sua dinâmica e seus Carlos Yushimito del Valle estratos mais profundos" y subvirtiendo el lenguaje sabe, dicha fórmula puede significar –en el portugués cotidiano "ao explorar as diversas potencialidades lat- brasileño– tanto "la gente" (plural externo, equivalente entes do signo linguistico." (De Faria Coutinho, citado al "ellos") como un "nosotros" (plural inclusivo) muy por Caymmi 132) Título, contenido y realización próximo al impersonal "uno". Véase por ejemplo: "A lingüística apuntan, así, por igual, a lo esencial y gente teve de se acostumar com aquilo", traducido en la profundo del texto.
edición que usada aquí como "Uno tuvo que acostum- brarse a aquello" (Guimarães 1969, 66).
3 La construcción "Homem humano" equivaldría aquí al sujeto moral consciente de la libertad de sus accio- 7 Nótese que una vez concluida la canoa, el padre "de- nes y de la capacidad que tienen estas para afectar los cidió un adiós", "sin alegría" ni "inquietud" (Guimarães acontecimientos que genera y que lo rodean, tal como 1969, 63). La partida del padre asemeja –así inserto afirma Vilhena: "transformando o tempo em história." en este relato de hondas reminiscencias (e intenciones) (12) Bien visto, ésta es la travesía testimonial que mitificadoras– a la de los dioses fundadores de las cul- emprende, en Gran Sertón: Veredas, Riobaldo. Ya dice turas primitivas. La diferencia, tal como se puede apre- Paul Ricoeur, a este respecto, que el hombre deja de ser ciar en la conclusión del relato, es la interrupción del simplemente un "ser biológico" y se transforma en un retorno, que fractura así la estructura de dichos mitos "ser humano" cuando aprende a narrarse a sí mismo. que giran alrededor de una promesa circular. Este cierre En tal sentido su definición de "hombre capaz" se anti-mesiánico pareciera corroborar lo que aquí sosten- acerca mucho a la figura hombre-humano aquí analizada emos, que es la responsabilidad vitalista que carga con- sigo el hijo en tanto fundador, a su vez, de una especie de teología telúrica o "humanitarista" (vallejiana).
4 El juego del énfasis tautológico puede verse repeti- damente empleado por ambos autores como rasgo 8 "A imagem do rio junta-se, aqui, àquela do espelho de transgresión formal. Sirva de ejemplo el arcaísmo vazio –"espelho da verdade eterna"– e confirmaria o "Nonada" con que abre y cierra Gran Sertón: Veredas, que foi dito. acerca de uma possível identidade entre de Guimarães Rosa; y el empleo del mismo, de manera as duas imagens" (Vilhena, 88). En el relato "El espejo" semejante (la doble negación: no+nada), por parte incluido en Primeras historias se compara al espejo con de Vallejo, en el poema XXVIII de Trilce: "Cómo iba las aguas naturales, en un estadio primero, original: yo a almorzar. Cómo me iba a servir / de tales platos "Pero si usamos solamente los planos… se debe a que distantes esas cosas, / cuando habráse quebrado el pro- primeramente la humanidad se miró en la superficie del pio hogar, / cuando no asoma ni madre a los labios. / agua quieta, lagunas, pantanos, fuentes, aprendiendo Cómo iba yo a almorzar nonada." (v. 6-10, énfasis mío). de ellas a hacer tales utensilios de metal o cristal" (Gui- marães 1969, 117).
5 La identificación del río con el alma humana viene motivada, principalmente, por una entrevista conce- 9 Recuérdese la descripción que hace el narrador del dida por João Guimarães Rosa al crítico Gunter W. padre: "Pero yo sabía que él ahora se había vuelto Lorenz: "Gostaria de ser como um crocodilo vivendo greñudo, barbón, con uñas grandes, enfermo y flaco, no rio São Francisco. O crocodilo vem ao mundo como negro por el sol y por los pelos, con aspecto de bicho, um magister da metafísica, pois para ele cada rio é um casi desnudo, aunque disponía de piezas de ropa que de oceano, um mar da sabedoria… Gostaria de ser um cro- cuando en cuando se le proporcionaban" (Guimarães codilo porque amo os grandes rios, pois são profundos como a alma do homem… Sim, rio é uma palavra má- gica para conjugar eternidade" (Citado por Castro 60- 61). En "La tercera margen del río", además, se compa- Canabal, Evelyn. "Decadencia y nihilismo: Valdelomar ra al padre montado sobre la balsa con un "yacaré": "Y y Vallejo." Revista Hispánica Moderna. 47.2 (1994): la canoa salió alejándose, lo mismo su sombra, como 347-352. Impreso.
un yacaré, extendida larga" (Guimarães 1969, 64).
Castro, Dácio Antonio de. Primeiras estórias. Roteiro de leitura. São Paulo: Ática, 1993. Impreso.
6 Este uso del "nosso" con que se narra toda la historia Caymmi, Stella. "A terceira margem do rio: Lugar da se refuerza, además, por la ambigüedad del empleo de transcendencia ou da loucura?" Bem e mal em la construcción "a gente" en el texto original. Como se Guimarães Rosa. Eds. Eliana Yunes y Maria Clara Divergencias. Revista de estudios lingüísticos y literarios. Volumen 12, número 2, invierno 2014 Lucchetti. Río de Janeiro: Uapé, 2008. 127-146. Coyne, André. Medio siglo con Vallejo. Lima: Fondo Edi- torial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1999. Impreso.
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Source: http://divergencias.arizona.edu/sites/divergencias.arizona.edu/files/articles/Margenes%20hombre%20humano%20trascendencia%20en%20Guimaraes%20Rosa%20y%20Cesar%20Vallejo_0.pdf

Microsoft word - medical marijuana & safety law

Medical Marijuana - When Human Rights and Safety Laws Collide When does an employer's right to know, and their legal obligation to take every precaution reasonable to protect the safety of the worker, overshadow a worker's rights to privacy and confidentiality? Or does it? Recent medical developments are potentially putting workers and employers at risk.and sorting through the complications will require a great deal of time and effort. The legalization of medical marijuana, and the sharp increase in prescriptions over the past few years, will have a profound effect on workplace health and safety policies and procedures for all companies in the future. According to many sources, over 400,000 Canadians will be taking medical marijuana within a decade. This is an issue that will eventually affect almost every workplace in the country. The sooner you prepare for it, the better you will be able to handle the situation correctly and legally, when it arises at your organization. Potential Uses and Users Medical marijuana is currently being prescribed in Canada to treat the following: Palliative care, chronic nausea and vomiting, wasting syndromes related to AIDS and cancer treatments, Anorexia Nervosa, Dystonia, Migraine Headaches, Multiple Sclerosis, ALS, Epilepsy, Acute and/or Chronic Pain, Arthritis, Musculoskeletal Disorders, Fibromyalgia, Osteoporosis, Huntington's Disease, Parkinson's Disease, Tourette Syndrome, Glaucoma, Asthma, Hypertension, Depression, Anxiety, Sleep Disorders, Post-Traumatic Stress Disorder, Schizophrenia, Inflammatory Skin Diseases, Alzheimer's Disease, Irritable Bowel Syndrome, Crohn's Disease, Liver Diseases and Pancreatic Diseases. This list is being added to on a regular basis as more is learned of the beneficial effects of marijuana treatment on a variety of illnesses and symptoms. This Is NOT a New Situation! The drug in question may be different, but most of the concerns and risks we are discussing are actually old news. Many workers show up to their jobs every day, while taking prescription drugs that affect their performance and mental acuity. The list of "psychoactive" (or "psychotropic") medicines is very long. Some of the most common are Percocet, OxyContin, Dilaudid, Valium, Xanax, Ativan, Vicodin, Zoloft and Wellbutrin.